Hoy es viernes y anocheció. Hizo bastante calor durante el día y hace unos minutos que empezó a refrescar. Estamos justo en mi clima preferido.
Esta mañana me di con la noticia de que mi pareja no vendría hoy, sino mañana. Ese cambio de planes trajo consigo muchos cambios en mi. O, mejor dicho, ante esa nueva perspectiva mi mente reaccionó de muy variadas maneras. Emociones seguidas de sentimientos, surgidas de pensamientos casi reflejados en espontaneas reacciones.
Primeramente, y lo mas sincero, me entristecí. Al poco tiempo ya había encontrado la manera de huirle a esa tristeza por el fiel camino del enojo, un enojo conocido por mi ser, y el más desagradable en mi opinión. Un enojo amargo y sin sentido de solución, un enojo dirigido hacia el absurdo de ser enojo por enojo mismo; el enojo de la frustración.
No digo que fue fácil, y por eso es que me vale tanto, pero me salí de ése lugar. Logré correrme de mis traicioneras emociones, conectar con la tristeza de base, expresar mi disgusto, dar lugar a una explicación, empatizar con mi amado, dar luz a la situación y almacenarla como aceptada.
Ante tan magno logro, que puede verse como algo tan simple para los más desarrollados en el arte de la gestión de emociones, o como algo tan banal para quienes no les prestan atención, no quise menos que atesorarlo en la bella forma de escrito.
Cuestión final, salí del trabajo, me cociné bien rico, me puse a leer, después a escribir, y llegue a la linda conclusión de que es viernes, estoy sola y estoy bien.
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